UN POCO DE MI HISTORIA

No siempre he sido la persona que soy ahora y con la que me convivo tan a gusto. Para nada.

Si miro atrás, veo que empecé mi vida de niña-adulta siendo muy inconsciente de muchos pilares: de los alimentos, la espiritualidad, el amor, la feminidad, las relaciones… Pasé largos años desconectada, perdida, confusa y con la autoestima por los suelos. Eso sí, debo reconocerlo ¡nadie lo hubiese dicho! Me había hecho un traje tan a medida para sobrevivir en el mundo que hasta yo misma me creí el personaje durante muchos años.

En mitad de los veinte se manifestó una enfermedad autoinmune en mi cuerpo, la psoriasis. Por mi desconocimiento y el asesoramiento de los médicos, traté de dominarla con medicamentos y tratamientos que comprometían seriamente mi salud a medio-largo plazo. Mientras tanto, yo seguía con mi estilo de vida, que incluía, cero deporte, todo tipo de alimentos que, influenciada por la televisión, consideraba saludables (barritas saciantes, lonchas de pavo envasadas, refrescos sin azúcar, margarina en lugar de mantequilla, pan integral envasado, cereales de desayuno integrales, galletas digestives) y muchos fines de semana de cenas, vinos y copas.

En esa época mi salud era muy, muy pobre, padecía unas cinco o seis anginas al año, que provocaban brotes de psoriasis por todo mi cuerpo (vivía literalmente aterrada por la llegada del próximo episodio). Tenía escamas en el cuero cabelludo, las orejas, la frente, las rodillas, la espalda y las piernas. Me sentía afeada, cansada, triste y además estaba constantemente estreñida. También tenía muchas infecciones de orina, digestiones horribles con reflujo constante y para colmo iba de víctima por la vida. Era de esas personas que sobrevivían, por un lado gracias a los cumplidos ajenos y por otro lado gracias al “pobrecita de mí” (que compartía básicamente con mis parejas, pues para el resto del mundo yo era la chica risueña, alegre, rebelde y divertida tras la que ocultaba todas mis inseguridades y sentimiento de absoluta soledad).

Resumiendo: poco a poco empecé a despertar. Mi trabajo como estilista de moda y publicidad dejó de satisfacerme, los medicamentos y la enfermedad empezaron a pesarme excesivamente, mis parejas, mi vida nocturna, mi desamparo, mis angustias, en fin, toda mi realidad y estilo de vida empezó a pesarme como una enorme roca sobre mis hombros. Me sentía encerrada, perdida y completamente vacía. En ese estado de perdición absoluta encontré la fuerza necesaria para echar el freno de mano y abandonarlo literalmente todo.

Encontré el valor para dejar el trabajo. Ese paso en firme marcó el inicio de mi camino de no retorno. Primero me encerré en casa y dediqué mi tiempo libre a ver un montón de documentales que me enseñaron una realidad y visión del mundo y la vida que yo desconocía, también leí un montón de libros sobre nutrición, salud y espiritualidad y empecé a estudiar y a experimentar por mi cuenta diferentes enfoques dietéticos. Fue una época de muchos “experimentos”. Llevé a cabo largos ayunos de agua y de zumos mediante los cuales no sólo mejoraron mi psoriasis y mi vista miope sino que también vi salir de mis intstinos todo tipo de basura antigua acumulada. Mi salud comenzó a mejorar de forma considerable. También empecé a practicar yoga en un centro que tenía a un paso de casa: iba a dos e incluso tres clases diarias. Me enganché al yoga de tal manera que, gracias al empuje de mi maestra, decidí estudiar una formación de yoga para profundizar en mi práctica.

Esta formación, junto con otras experiencias, dieron un giro de 180 grados a mi vida. Sin apenas darme cuenta, en ese año de meditaciones y prácticas de yoga intensivas, logré hacer las paces conmigo misma, abracé mi pasado, me desprendí de un montón de miedos e inseguridades y logré liberarme de gran parte de las capas que ocultaban mi verdadera identidad. Y en ese estado de reconocimiento reconocí mi esencia, lo que brotaba directamente de mi corazón y libre de cualquier miedo, tuve al fin el valor de mostrar al mundo quién era yo.

Y así nació el blog. Nació de mis ganas de compartir con quién quisiese escucharme todo lo que había descubierto y experimentado en mi búsqueda del equilibrio y de la salud.

Había aprendido que los alimentos que comemos tienen un impacto enorme en nuestra salud. Y que cuando nuestro cuerpo está limpio y nutrido, nuestra mente y nuestro corazón se expanden permitiéndonos alcanzar estados de conciencia, claridad, alegría, vitalidad y confianza antes insospechados.

A día de hoy apenas me quedan dioptrías, voy regularmente al baño (¡al fin!), me siento llena de energía, vitalidad y alegría, mis digestiones son perfectas y apenas enfermo (y cuando lo hago, lo supero muy pronto). Y sí la psoriasis aún está presente, aunque sólo en unos pocos puntos de mi piel; está lejos, pero muy lejos, de ser lo que un día fue.

Por supuesto que el camino no ha concluido (¿dónde estaría la gracia?), así que a día de hoy sigo caminando, tratando de superar mis nuevos retos, tanto de salud como de crecimiento personal. Pero hay un gran cambio que marca una enorme diferencia: hoy confío en mí, me siento en paz conmigo y con todos, ando el camino de la vida con confianza, pasión y alegría.

Abrir el blog fue lo más inocente y sincero e importante que he hecho en mi vida. Siento que en estos años he crecido a la velocidad de la luz. Lo que fue un acto de apertura, totalmente pasional y desinteresado, hoy se ha convertido, milagrosamente, en mi amado trabajo. Un trabajo que me apasiona y que agradezco a diario porque me da la oportunidad de comunicar un estilo de vida y una alimentación en los que creo firmemente, así como conectar, inspirar y acompañar a aquellas personas que tienen las mismas inquietudes que yo (o las que había tenido) o que se sienten solas, perdidas ante tanta información o no saben por dónde empezar. Tal y como me pasó a mí una vez.

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