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Igual que la Tierra gira constantemente, el día y la noche se persiguen sin descanso y las nubes se transforman a cada instante en nuestro cielo, nosotros, también, estamos en continua evolución. Y desde mi humilde punto de vista, ese es, precisamente uno de los regalos más grandes que nos da la vida. La evolución, que es sinónimo de crecimiento y el crecimiento como la propia palabra indica, siempre es hacia arriba, hacia un lugar o estado mejor o más completo que el anterior.

Al menos yo tengo esa sensación, la de llevar toda mi vida evolucionando. Unas veces más rápidamente, otras más lenta, durante largos años, diría, incluso demasiado lenta. Soy curiosa por naturaleza y me gusta de mi que aún mantengo la capacidad de asombro y sorpresa (alguien bastante más mayor que yo, me dijo cuando yo era muy joven, que admiraba de mi esa cualidad y se me quedó grabado, supongo que porque acto seguido comentó que esa cualidad es característica de la juventud y que es algo que se pierde a medida que envejecemos. Así que si esa cualidad ya formaba parte de mi, imagino que bastó ese comentario para que se me quedase grabado a fuego, y desde entonces chequeo de vez en cuando para comprobar que sigue en mi… Cómo si mi juventud fuese con ella.

Es por esta evolución constante y mi rechazo a casarme con una etiqueta, que cuando decidí comenzar con el blog escogí un nombre un tanto ambiguo. De hecho escogí Lala, que es para mi una expresión de felicidad (lalalá) y asombro (¡Oh la lá!) porque pensé que fuese hacia donde fuese, siempre trataría de lograr que mis recetas transmitiesen esa alegría y provocasen es efecto de sorpresa y placer

¿Y dónde nos lleva todo esto? Pues a compartir con vosotros mi evolución culinaria del último año, año en el que depués de vivir un gran idilio con la alimentación raw, me he dado cuenta de que cada vez más volvían a apetecerme alimentos cocinados, me apetecía entrar en la cocina y cocinar un arroz, hacer unas legumbres y disfrutar no sólo de la belleza del alimento si no también del olor embriagador, irresistible y maravilloso que desprenden una tarta o unos vegetales con hierbas aromáticas recién horneados.

Así que una vez más me encuentro en mi vida, recogiendo las experiencias de todo lo vivido, todos mis pasos de exploradora, buscando cual es la dieta que me cura, me sana y me hace sobre todo sentir bien y en coherencia.

Una vez más recojo todo lo aprendido y lo vivido, adopto todo lo que me ha tocado y me ha funcionado y aparco lo que no me ha convencido. Quedándome con aquello que me funciona, al menos, en este momento de mi vida.

Y me siento muy feliz, porque aunque durante tiempo atrás reconozco que lo tuve, ahora estoy por encima de cualquier sentimiento de culpa. No he nacido para ser mi propio juez, ni para imponerme normas absurdas. He venido aquí, a esta vida, para disfrutar mucho del viaje, cada vez un poquito más ligera y quizás más sabia, aunque esa sabiduría sólo me permite volver siempre al inicio y es que – sólo se que no se nada – que hay tantas realidades como personas y que tenemos que ser siempre y ante todo, muy humildes, comprensivos y huir del pre-juicio.

Lo que si que se, me duele y provoca gran dolor es saber que vivimos en un mundo que maltrata en extremo a los animales. Eso no está bien, se que las industrias tienen la culpa, pero hacer caso omiso de eso por el beneficio de uno mismo, es algo que me hiere y me cuesta comprender. Yo nunca criticaré a nadie por comer carne o pescado, no soy nadie para hacerlo, si que trataré de generar conciencia del sufrimiento de los animales que están siendo sometidos en masa. Así como del engaño y daño de los alimentos industrializados, refinados, adulterados, contaminados y conservados químicamente. Y continuaré mediante mi blog, con mi empeño de compartir una alimentación vegetal, tentadora y deliciosa, porque es lo que mejor se hacer, con la intención de enamorar a aquel que quiera leerme, tentarle a llevar una alimentación principalmente vegetal y natural, pues ha sido ampliamente demostrado (y yo he podido comprobar), que ésta mejora notablemente nuestra salud y con ello nuestra conciencia y con nuestra conciencia, por ende, el mundo en el que vivimos.

Así que resumiendo, en esta nueva etapa de mi vida, me quedo con una dieta equilibrada en la que abundan los vegetales frescos y también los cocinados cariñosamente, me quedo con los alimentos naturales, cuanto más frescos y biológicos mejor, me quedo con los germinados, los fermentos, las leches vegetales, los zumos y batidos verdes, las ensaladas enormes, coloridas, el acompañamiento crudo y enzimático en cada comida. Me quedo con la nevera llena de alimentos frescos, y mi jardín de plantas aromáticas, me quedo con con todo lo que respira vida, cariño y pasión. Y en esta nueva etapa vuelvo a abrazar los cereales y las legumbres, los horneados y ese olor delicioso en mi cocina y la sensación de confort que siento al comer una sopa amorosamente cocinada cuando el frío empieza a asomar.

En realidad, me reafirmo más que nunca con el texto que ya escribí de alimentación radiante, pero más relajada en algunas cosas, como la combinación de alimentos. Si soy partidaria de comidas sencillas, sin excesos y sin combinaciones abusivas y también de dar vía libre a las digestiones y de cenar ligero y lejos de la hora de ir a la cama, en resumen, de prolongar los ayunos y no sobrealimentarnos.

Y en cuanto a la carne, el pescado y los huevos… se que es un tema delicado en mi blog, pues ya generé polémica una vez. Llevo muchos años sin comerlos, y a día de hoy sigo sin  hacerlo, más que en ocasiones contadas, he tratado de imaginarme incorporándolos de nuevo en mi dieta, ya que en los últimos meses he notado que mi cuerpo me reclamaba ese tipo de alimento (en concreto pescado y huevos) pero a día de hoy me siento incapaz de incluirlos en mi dieta, al menos de forma regular, así que de momento he optado por reforzar mi alimentación con semillas, cereales y legumbres, pero sinceramente, desconozco si volveré a comer algún día. Eso si viene, ya llegará.

Y en esta evolución de estos últimos meses, estoy explorando más que nunca el equilibrio entre el alimento crudo y el cocinado. Los postres crudos me encantan, pero hay que reconocer que hay un exceso de dulce y/o frutos secos, sobretodo cuando se trata de una tarta porque todo, base y relleno está hecho con semillas y frutas secas

Así que fruto de mi exploración y mi apertura nace esta tarta, que se queda alegremente y para mi plena satisfacción a medio camino entre un postre crudo y cocinado.

Para evitar frutos secos, harinas y gluten he trabajado con dos productos, la avena sin gluten y la harina de coco, que en combinación a partes iguales dan muy buen resultado. Este verano he estado explorando la harina de coco y he descubierto que es una maravilla, eso si, siempre en combinación con otra harina, pues de otra manera resulta muy pesada y también arenosa.

Para el relleno también he utilizado el coco, pero esta vez en crema y consiguiendo una especie de “ganache” eso si, libre totalmente de leche y por lo tanto de un alimento que nos provoca muchísima acidez y mucosidad.

Si alguien me pregunta cual es mi ingrediente favorito en la cocina, hoy sin dudarlo, digo el coco, por su versatilidad y las posibilidades que nos da a los que no tomamos lácteos. Y porque está delicioso me apasiona su aroma y además es un ingrediente muy noble y bueno para la salud, tanto su agua, como su carne, y el azúcar que se extrae de sus flores. Y que lejos de lo que se suele creer, a pesar de ser una grasa saturada, es una grasa que nos ayuda a controlar los niveles de colesterol.

Eso si, no todas las marcas tienen la misma calidad, cuanto más utilizo el coco, más cuenta me doy de ello. En mi opinión, he encontrado los mejores productos en Dr. Goerg y Salud Viva, os recomiendo a ambos si queréis tener un producto aromático, natural y muy importante: sin enranciar.

Vamos a por estas tartaletas, que han quedado deliciosas y debido a la calidad de todos sus ingredientes es un postre de lo más saludable y ¡se que os van a encantar!

TARTALETAS HORNEADAS DE GANACHE DE CHOCOLATE Y MERMELADA DE MORAS

Cantidad: 4 tartaletas
Tiempo: 40 min
Utensilios: batidora + personal blender

Ingredientes base:

1 T – 100 g de harina de avena sin gluten
1 T – 100 g de harina de coco Dr. Goerg
¼ T + 2 C – 30 g de cacao crudo
1 T + ¼ T de caramelo de dátil
5 C de aceite de coco Dr. Goerg

Ingredientes crema:

100 ml de leche de coco Dr. Goerg
1 T – 140 g de anacardos
¼ T – 20 g de cacao crudo
¼ T de sirope de coco (Dr. Goerg) o caramelo de dátil
3 C de aceite de coco Dr. Goerg

Ingredientes mermelada:

2 T de moras silvestres
¼ T de sirope de coco (quizás un poco más) Dr. Goerg
2 C de aceite de coco Dr. Goerg

Preparación:

Precalienta el horno a 180 °C

1. Haz la harina de avena triturando los copos en la personal blender, un molinillo o similar.

2. Pon las harinas y el cacao en un bol y mezcla bien. Añade el caramelo de dátil, mezcla hasta que se empape todo y por último añade el aceite, mezcla bien con las manos. Tienes que conseguir una masa con la que se pueda hacer una bola y que se pueda extender fácilmente.

3. Coloca la bola entre dos hojas de teflex o antiadherentes y extiende con un rodillo hasta lograr un grosor de unos 4 mm.

4. Engrasa ligeramente con aceite de coco unas tartaletas chiquititas (que sean desmoldables) y vuelca la masa para formar la base de las tartaletas. Si se te rompe no pasa nada (es normal y luego no se nota), trabájala igual que la arcilla o plastilina.

5. Repite el procedimiento con el resto de la masa hasta que tengas las tartaletas hechas.

6. Introduce en el horno y deja que se cocinen por arriba y por abajo unos 20 minutos, pasado ese rato comprueba que estén hechas (sin llegar a estar crujientes) y reserva fuera del horno.

7. Prepara el relleno batiendo todos los ingredientes en la batidora hasta obtener una crema sin grumos. Rellena las tartaletas. (Si tu batidora no es muy potente será mejor que remojes los anacardos unas 2 horas antes de triturar, en ese caso añade un poco menos de leche de coco).

8. Haz la mermelada de moras batiendo las moras junto con el sirope. Luego filtra la mermelada para retirar las semillas, pon en un vasito y añade el aceite de coco derretido. Mezcla bien para que se incorpore. Pon una capa de mermelada sobre la crema de chocolate y decora con unas moras.

Lleva al congelador unas horas, luego las puedes guardar en nevera (o puedes dejarlas durante 12h en la nevera para que la crema coja cuerpo.

Puedes comerla directamente de la nevera o puedes servirla después de haber pasado muchas horas fuera de la nevera (yo la he llegado a tener 24h fuera y a aguantado de maravilla).

También las puedes dejar en el congelador durante semanas, hasta que las quieras utilizar. En ese caso, descongela siempre, mejor en nevera.

Si no tienes moras a tu alcance puedes hacer esta tartaleta con arándanos, ya sean congelados o sin congelar. En ese caso no tendrás que colar la mermelada.

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16 comentarios en “Tartaletas horneadas de «ganache» de chocolate y mermelada de moras

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  1. Hola Elka,
    Tengo dudas con las medidas…
    Cuando pones 1 taza-100 gr significa que a una taza le tenemos que sacar 100 gr? Es que es un poco liado!! Con el cacao crudo de la base ya ni me aclaro!!
    Muchas gracias

    1. Anna, lo que yo entiendo es que puedes medir usando una taza o pesar 100 gramos. El cacao sería 1/4 de taza más 2 cucharadas o 30 gramos.
      Hice la base esta mañana para otra receta y con esas medidas salió perfecta. ¡Espero que te sirva de ayuda!

    1. Gracias Aida! es deliciosa, estoy segura de que te va a gustar! el azúcar de panela es un azúcar de mucha calidad, si no tienes acceso a otro como el de coco está bien (yo prefiero el de coco porque tiene un índice glucémico menor y es ligeramente alcalinizante). Lo mejor es tener varios azúcares para poder variar! un abrazo!